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Cuando echas a correr no sólo corren tus piernas sino también tu alma. Recuerdo la película Carros de fuego donde un cura católico es el campeón de velocidad: Dios es quien le impulsa a correr cada vez más. No soy cura, ni un correcaminos, pero esta mañana he ido a correr (unos diez kilómetros) y, en un momento dado, he sentido que mis piernas se volvían libres, que mis pulmones se engrandecían y que mi corazón crecía. Cuando voy a correr, mi alma también corre, esa es mi fuerza psicomotriz. Carles Valls dixit.