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Antes bebía el agua del pueblo, la del grifo doméstico. Saciaba mi sed con el agua urbana de fuente desconocida, hija de la depuradora y de la química, maltratada por las cañerías, y con ese sabor a farmacia mojada. Ahora bebo agua embotellada, con nombre y apellidos, de fuentes y ríos nobles, bebo agua pija. Mi cocina se ha convertido en un contenedor de reciclaje de grifos de plástico. Carles Valls dixit.