Los buffets son restaurantes de orgías gulímicas. El pasado mediodía fui a un restaurante chino, camuflado de japonés, y afilé los palillos con una comida opípara y suculenta. No era el típico buffet de arroces y fideos, de fritos variopintos y de carne triturada con salsa, sino que disponía de un surtido de sushis y de mariscos bastante impresionante. En una barra adyacente un cocinero te pasaba por la plancha calamares, pulpitos, pescado e incluso gambas. Me preguntaba cómo podía ser sostenible un bufet así, con esas delicatessen por poco más de diez euros. Cuanto más barato es el restaurante más hambre nos entra. Carles Valls dixit.