Toda una comitiva vida agarrando mal los palillos chinos y, por fin, hoy un amigo comensal me ha dado un cursillo acelerado de su manejo. Para mi ha sido como volver a comer de nuevo en un japonés. He descubierto el placer de atrapar uno a uno granos de arroz como si utilizase un bisturí, de sumergir sushi en mareas negras de soja sin causar tsunamis, de llevarme a la boca pescado crudo sin peligro de desprendimientos. Ir a un restaurante palillero ha sido siempre como comer un tambor de pescado con batutas. No soy un experto en comida de madera. Carles Valls dixit.