La pasada noche me tragué el publicitado debate televisivo entre ZP y Rajoy. Una puesta en escena milimetrada, un ambiente de congelador, me hizo coger una cierta zozobra de que iban a ejecutar a algún candidato.
Luego, el Gran Debate se fue caldeando con las exposiciones de carrerilla de los candidatos o el pasapalabra de abucheos a la cámara. Sin embargo, todo ello me dió la impresión de estar en la gran final de un concurso televisivo de máxima audiencia. Pero, ¿quién ganó?, ¿quién se llevó el apartamento en la Moncloa?
La política no ha ser el espectáculo más grande del mundo. Carles Valls dixit.