El otro día fui a comer a uno de los self-service de menús verdes. Cuando uno ha hinchado el estómago durante la semana con varios entrecottes, chuletones y bistecs, le entran sentimientos de culpa y sale la necesidad de purgarse yendo a un restaurante- verdulería. Es el llamado complejo de herbívoro que tienen todos los carnívoros acomplejados por la moda del vegetarismo.
Allí, con frescura, comí un kilo de forraje y después de tanta hierba sólo me apetecía ir a hacer la siesta y rumiar. Mi estómago era una selva de rúcula, lechuga, pimientos y tomates cherry. Necesitaba descansar para cortar tanta liana vegetariana. Ahora entiendo porque pasaron los homínidos de ser recolectores de frutas a comedores de carne. Si hubiésemos sido sólo vegetarianos todavía seríamos australopitecus. Carles Valls dixit.