El domingo fui al Camp Nou a ver el partido que disputaban el Barça contra el Osasuna. Armado con un anorak blindado, una gorra beisbolera y un paraguas recortado, confiaba que el chaparrón no sería de agua sino de goles de Messi and company. Pero de lluvia de goles nada de nada, hasta que, milagrosamente, Xavi marcó cuando quedaban pocos minutos para decir adiós a la Liga. Cinco minutos antes de la xavierada, en el estadio había caído una ducha de agua fría que nos dejó calados en las gradas con alto riesgo de resfriados. ¿El Barça es más que un resfriado? Carles Valls dixit.
