Me regocija la paternidad de un ordenador nuevo, reluciente, recien sacado del embalaje, todavía medio precintado. Instalarle programillas, antivirus, cambiarle su fondo de pantalla, configurarlo. Después de los primeros biberones de software, el ordenador crece, navega, y adquiere los vicios y las costumbres del usuario familiar o los suyos propios. A veces, su cuerpo de bits se rebela contra su progenitor, coge un berrinche, da errores y te saca de tus casillas. Dicen que a tal palo tal astilla, y a tal ordenador tal usuario paternal. Hay padres computarizados que deberían perder la patria potestad tecnológica de su ordenador. Carles Valls dixit.