Esta tarde he ido a un guardarropía de Zara a comprar una camisa nueva. Así la podré lucir en Semana Santa en vez de esa vieja camisa celeste populachera que, después de dos legislaturas de lavados, ya está deshilachada como las barbas de Rajoy. No soy de los que cambian de camisa cada dos por tres elecciones, pero enfundarse una camisa nueva, que seguramente Zara bordó ayer, da más alegría al cuerpo que latigarse con cincuenta abdominales cada día para reducir las chicanes. Afirmo que la camisa cóncava es bella.
Por otra parte, mis camisas negras las guardó en el baúl del invierno, y para el verano-verano ya iré como un descamisado y daré vacaciones a la pesada plancha. Carles Valls dixit.
Por otra parte, mis camisas negras las guardó en el baúl del invierno, y para el verano-verano ya iré como un descamisado y daré vacaciones a la pesada plancha. Carles Valls dixit.