Ahora se ha puesto de moda el teatro de monólogos cómicos. Se monta teatro barato colocando en el escenario un atril y a alguien que le pueda soltar al público presente unas cuantas risas continuadas. A mi me gusta ir a escuchar a un gracioso que, a pelo, me entretenga una hora larga con ocurrencias, chistes y reflexiones disparatadas, siempre que no acabe pensando que este tío está para encerrarlo. Hacer reir a los amigos es fácil, pero hacer reir a un público anónimo que, además ha pagado una entrada, es tarea difícil y son sonrisas caras de conseguir. ¿Cuántas sonrisas son suficientes para que la función sea un éxito? Carles Valls dixit.