Ayer miré de nuevo la película "Babel" del director mexicano Alejandro González Iñárritu. Lo cierto es que dudé entre tragarme "La profecía", ya que me apetecía ver el número 666 escondido en las matas del pelo del infante Demian, o esta peli globalizadora. De la expeli "Babel" tenía todavía en la retina las siguientes imágenes y escenas: el tierno rostro de la colegiala japonesa sordomuda y perversa, la cara de sorpresa del niño marroquí francotirador, la felicidad desenfrenada de la boda mexicana, o la desesperación de los niños perdidos en el desierto fronterizo tejano. A veces vemos películas para refrescar nuestros recuerdos celulíticos. Inspirado por la Globalización, después del ver el film abrí la nevera y me zampé, simiéscamente, un platano de Colombia y escuché un disco de salsa. Globalmente no sé que soy. Carles Valls dixit.