Un plantel de repartidores de periódicos gratuitos distribuyen los buenos días y cien gramos de papel a los peatones matutinos en la calle. Gracias a ellos disponemos de una gran pluralidad mediática que te ofrecen una píldora de información empapelada gratis. Estos ejemplares de leer y tirar, que se consumen en diez minutos o, lo que es lo mismo, en cuatro paradas de metro, son el único mendrugo de actualidad de muchísimos ciudadanos que prefieren la información gratuita al periódico eurista. Ir al quiosco y comprar por un euro un periódico corpulento como "La Vanguardia"o "El País" se ha convertido en un lujo informativo. Sin embargo, al igual que a uno le apetece darse el gustazo de tomar un capuchino en vez de un insulso cortado, o de devorar un croissant crujiente en vez de un donut deshinchado, también es cierto que en contadas ocasiones quieres información de calidad como poder acariciar un diario como "La Vanguardia" y saborear su apetitosa "Contra" con toda su tinta. Un buen periódico no ha de ser un lujo dominical. Carles Valls dixit.